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Paracas 100K: el desierto tiene vida

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    Me habían preparado como a Neil Armstrong, por los cerros más inhóspitos, tenebrosos, de lomos de camellos, con descensos cardiacos y subidas propicias para el Hombre Araña. De madrugada, de día, con garúa, con el sol esculpiéndome la nuca, con dolores de parto... Pero yo no llegaría a la Luna. Aunque a veces estoy y otras veces caigo a tierra. Tampoco era astronauta. Pero vivía de sueños, quizás esos sueños pendientes, esos que no los hice realidad en mis cuarentaitantos años por un sinfín de situaciones particulares, historias de hoy, de siempre.

    Mi posición preliminar fue gaseosa, diría que hasta irresponsable, pero necesitaba vivir esa experiencia, abrirle la puerta a lo desconocido, a las situaciones extremas, a las pruebas conmigo mismo. Y así me fui a la Desert Challenge 100 kilómetros. En Paracas, entre las dunas y la locura casi demencial. Julio del 2014. Esa fecha está marcada en mi memoria, puesta en mi bitácora. “Después de esta competencia ganarás el galón de ultramaratonista y lo que hagas después será pura diversión...”. Yo no supe qué responderle al motivador hombre de Perú 8mil, responsable de la organización y de los 137 guerreros que participaron de tamaña epopeya, quizá solo comparable con poner un piecito en la Luna.

    Yo era un aficionado del asfalto, digamos que con un buen kilometraje en el cuerpo, pero tampoco era nada del otro mundo. No le ganaba a nadie, bueno, tampoco me importaba, porque era feliz con la adopción de un estilo de vida que me dio mucho más que comprender ese bendito límite que tomamos muchas veces como excusa para no dar un paso al frente. Pero con la sumatoria de competencias y el rodearme de personas más motivadoras que el propio Nick Vujicic entendí que ir a Paracas llenaría ciertos vacíos, pagaría mis propias deudas.

    Veintitantas horas, algunas (o muchas) de las cuales no recuerdo quizá porque caminaba desidioso, sin brújula, literalmente con la lengua afuera, sin piernas, apenas con el corazón y esa garra que no la copié viendo al “Puma” Carranza. Escuché los aplausos, recibí mi camiseta finisher, mi medalla y una frase que recompensó tanto esfuerzo. “Esto solo es para los guerreros...”. Después de ese momento, todo cambió en mí. ¿Qué viví? Solo yo lo sé. ¿Y los otros campeones? Cada uno tendrá su historia. Cada uno guarda la suya bajo siete llaves. ¿Acaso tú crees cuando alguien te dice que vio a un ovni? No pues, lo correteas con un balde con agua helada. Le gritas loco. Porque nadie te creerá que trepaste dunas, que corriste en suelos rocosos, de piedras puntiagudas, salientes, empotradas, en pisos de salitre, en arena mojada, tupida, en asfalto. Claro, nadie te creerá si cuentas que en la madrugada, todavía sano y en pleno desierto, escuchaste tambores.

    Así quise iniciar este blog, con pasajes de una experiencia que marcó mi camino en el trail running, hoy un puente hacia la exigida libertad que muchos no pueden ni saben encontrar por culpa de sus propias ataduras. Espero que este espacio pueda comprometerlos a iniciar o seguir en la búsqueda de la realización de sus sueños. Aquí cruzaremos puentes. Compatiremos experiencias. Grandes, chicos, élites o principiantes, total, todos somos iguales hasta que te atreves a desafiar los límites.

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